viernes, 10 de julio de 2009

ALGO SOBRE MI MADRE 10

EL TREN

El tren, tenía prevista su llegada a las 21 horas, salió de madrugada, el recorrido por campos de trigo y encinares es lento.
Amparo, regresaba como en otras tantas ocasiones, sentada en un banco de madera, cargada de bolsas y paquetes, en tal cantidad, que parecía imposible que ella sola hubiera podido subirlas y redistribuirlas por los anaqueles desnudos de aquel incómodo vagón de tercera.

Trabajaba en La Fabrica de Vidrio y adquiría lotes de piezas defectuosas, que una vez empaquetadas, llevaba a sus familiares del pueblo, con los que intercambiaba el atractivo cristal por lentejas, piezas de tocino y huevos de las gallinas de su primo Santiago.

Amparo, tenía una extraordinaria capacidad para el sacrificio y el esfuerzo que le obligaba a viajar en difíciles condiciones varias veces al año, pero también era poseedora de una gran sensibilidad para las relaciones personales, lo que hacia que la consideración, el respeto y el cariño que toda esa gente le tenía, superase lo normal en unas relaciones que evidentemente eran algo mas que un necesario y simple intercambio mercantil.

Apetecía acercarse a ella, irradiaba paz y seguridad, desconocía el lenguaje de los gritos y frecuentaba el de la tolerancia y el cariño, fue independiente, maduró pronto (cosas de la guerra, supongo) y compartió sus osadías con nosotros, que tanto nos hizo libres.

Amparo murió una mañana de Junio, su cuerpo le cobró intereses por una intensa, esforzada y emocionante vida, o quizás es que a Dios se le jubilaron los sabios que habitualmente le acompañan aportándole el ánimo y la luz necesaria y ha resuelto reclamarla a su compañía.

Su ultima mirada, que no la fue sólo para mí, sino para todos aquellos a los que quería, fue una mirada seductora y cómplice.
A través de sus ojos, era su vida la que se asomaba al exterior, inundando de luz todo lo que era a partir de Ella, asumiendo un pasado apasionante, desdramatizando un presente irreversible y guiñándole un ojo a un futuro ansiado.

Lo que quedó de esa mirada fueron, entre otras muchas cosas: alegrías y tristezas compartidas, esfuerzos gratificantes, felicidad por el deber cumplido y gratitud por ir al encuentro del que sin querer, le robó media vida con su prematura ausencia.