viernes, 10 de julio de 2009

ALGO SOBRE MI MADRE 09

Su madre había muerto cuando apenas contaba con cinco años. Y el recuerdo que de ella tenía se le estaba yendo por entre los días de su niñez a la adolescencia como el humo que de la pipa de su padre salía por la ventana de la tienda de discos. Así que cuando era preguntado en el colegio por el nombre de su madre por compañeros desmedidos en las preguntas y malignos como sólo lo puede ser la niñez cuando quiere ser mala a sabiendas, él lo que hacía era agachar la cabeza y silenciar las palabras y esconderse en la soledad de cualquier rincón al que accedía a la carrera. Sus compañeros de colegio, sabiendo ya el resultado de la pregunta, solían gritar a pleno pulmón aquello de "no tiene mamá, no tiene mamá el niño de la música". Y lo hacían al compás de la canción de aquel verano.
Su padre al verlo llegar a casa solía preguntarle que qué tal en el cole. Callaba. Se iba a su habitación y comenzaba a pensar en su mamá. Solía hablarle en voz alta. Su padre estaba acostumbrado a escuchar las palabras que cruzaban hijo y madre. Y no le quedaba otra que ponerse a llorar en gemidos personales y silencios. Él, entonces, hablaba con su esposa fallecida pidiéndole ayuda. Por supuesto, nunca recibía respuesta.
Con el pasar de los años, ya metido en la adolescencia, metido casi siempre entre música de vinilo y una guitarra que se había comprado, un día llamó aterrado a su padre.
-¿Cómo era mamá, padre?
-¿Por qué me lo preguntas, Javier?
-Es que no recuerdo su rostro, padre...
-Pero las fotos de la tienda... míralas, Javier...
-Hace mucho que no las miro, padre... quería conservar a mamá en la memoria y... ¡ya no me acuerdo de ella!
-Pues corre a mirarla, hijo, corre, por favor...
-¿Y si al verla no la reconozco, padre?