viernes, 10 de julio de 2009

ALGO SOBRE MI MADRE 14

ALGO SOBRE MI MADRE
Os podria contar tantas y tantas cosas..., pero solo os diré que mi madre era la persona más "roja" y más atea que he conocido en mi vida. Lo que no entiendo es cómo se enamoró de mi padre que era justo todo lo contrario, era "azul " y creyente. Ella de izquierdas, él de derechas. Así he salido yo. Viviendo desde pequeña en medio de tantas contradicciones...
Pero no era roja y atea por casualidad; no, tuvo sus razones.
Mi madre tenía solo 8 años cuando empezó la guerra de Franco, esa maldita guerra fratricida que le robó su infancia feliz, sus clases en el colegio, hasta su lengua materna y le enseñó el horror de las bombas, a correr para esconderse en el refugio cuando las sirenas avisaban de que iban a bombardear, el sufrimiento de sus padres ante la impotencia de tantas muertes injustas, tanta hambre y tanto dolor.
Vivía en la zona roja y rodeada de ideas contrarias al régimen, parte de su familia se tuvo que exiliar cuando terminó la guerra, para no ser encarcelados o peor todavía, asesinados.
Cuando yo era una niña pequeña, a mi madre aún se le erizaba el vello de los brazos cuando oía el ruido del motor de un avión, y nos abrazaba a mis hermanos y a mí, como queriéndonos proteger de las bombas, que aun sin existir, seguían asustándola. La guerra había terminado veinte años atrás, pero el miedo la tenía atrapada.
Después de la guerra, la guardia civil no permitía que se hablase en otra lengua que no fuese el castellano, ni en la calle, ni en los colegios, y tuvo que aprenderlo a la carrera por miedo a las represalias. Solo en la intimidad del hogar, con su familia, pudo seguir hablando el valenciano.
También me contó muchas historias de los curas, en las que éstos no salían muy bien parados, y desde luego ella nunca volvió a creer en la palabra de esos hombres con sotana, que predicaban el bien y el amor al prójimo pero se ponían al lado de los vencedores, y miraban a otro lado cuando asesinaban impunemente a los vencidos.
Fue una mujer valiente, se guardó sus traumas de la guerra en el desván de su alma y no nos educó en el rencor. Al contrario, era muy alegre, guasona, a todo le sacaba punta, contaba chistes, mil anécdotas que entonces yo escuchaba con resignación, y ahora resulta que hago lo mismo. Decidió pasar página y ser feliz, y hacernos felices a todos los que estábamos a su alrededor, en vez de lamentar toda su vida cosas que ya pertenecían al pasado y que ella no podía cambiar.
Se fue al cielo hace casi dos años y me dejó el modelo de cómo ser una mujer especial, admirable y luchadora. Cada día que pasa, valoro más su ejemplo y sus enseñanzas.