viernes, 10 de julio de 2009

ALGO SOBRE MI MADRE 18

Algo sobre mi madre
Sentada en la puerta de su casa, deshoja sin prisa el verano mientras se abren surcos de sol en la tierra de los geranios. Es julio, este julio que respira calima y jazmines a partes iguales, proporción con reminiscencias árabes que tan bien se amasan en la memoria de sus noventa y dos años.
Aún firmes, sus pasos comienzan al alba, -ella duerme poco- será que quiere exprimir la vida despierta, sazonar de canela los días, dejarse las penas en la molienda, y lucir sus arrugas de pan nuevo para calmar nuestra hambre.
Se prepara el café en la mañana, el gazpacho al medio día y los dulces en la merienda. (A veces pienso que el delantal atado a su cintura anciana, está hecho de retales de luna, de tan blanco)
Borda flores en los manteles de sus nietas, canturrea mientras barre la calle antes de colocar su silla de enea, como una invitación al descanso, a la tertulia, al consejo, a las confidencias….
Presumida todavía, (herencia que me dona a mí, en vida) se pinta los labios, coloca unos jazmines en el pelo, los zapatos nuevos, los zarcillos de fiesta y el abanico… la casa y la sonrisa de par en par, las manos llenas…
Tiene un baúl lleno de defectos, -dice- alguna manía, alguna queja, alguna lágrima y el vacío amargo que dejó mi padre cuando se fue…
Tiene, por eso, guardadas, algunas recomendaciones para la muerte.
Sólo le preocupan dos enemigos condicionales: La soledad y el invierno.
A poco que pueda… seré yo quien pueble su soledad de ahora en adelante. Pero los inviernos… me faltarán bolsillos dónde guardar las lluvias, me faltarán veletas en los dedos para parar los vientos, me faltaran rescoldos para calentarle el alma…
No sé yo…. Si podré pagarle de algún modo que me diera la vida.