viernes, 10 de julio de 2009

ALGO SOBRE MI MADRE 20

Creo que en el fondo siempre quise parecerme a mi madre. Bueno vamos, no sé si parecerme en todo, parecerme a ella en su fortaleza y su espíritu luchador.
Porque mira que hay que ser fuerte para lidiar sola con varios hijos. Criarlos, educarlos, batallar con sus defectos, adivinar sus necesidades, ayudarlos con sus problemas, guiarlos, enfadarse cuando hacía falta y ser su refugio en los momentos duros. Nunca vacilar porque ella era el ejemplo, el sostén, la columna vertebral sobre la que se sostenía la familia. Debe haber sido todo un desafío para ella, cuantas veces habrá pensado “ya está bueno, estoy hasta las narices de estos críos, me largo y no vuelvo …”
No era esa vida la que ella había soñado me parece; desde niña fue muy independiente, estudió, trabajó desde los 18 y viajó bastante. Era muy guapa y muy desenvuelta, una mujer bien plantada. Pretendientes tuvo a montones pero el destino quiso que eligiera al menos indicado. Y no porque no fuera un buen hombre, sino porque eran demasiado opuestos y eso no ayudó a que el matrimonio prosperara. Cuando llegó el final, ella se quedó con los niños y se hizo a la idea de que en adelante haría de madre y de padre, menuda faena. Y aunque tuvo sus más y sus menos no lo hizo tan mal.
¿Madre eres tú? ¿Me estás leyendo? Apuesto a que no te esperabas esto, ¿eh? ¿Has visto en qué concepto te tiene tu hija? Si, si, la misma que te dice a menudo que eres una pesada (¡que lo eres, jo!), la que te ha puesto cara a cara con la furia tantas veces…
¡Te admiro a ver si te enteras! ¡Anda, no pongas esa cara! ¡Que lo digo en serio, mujer! … Madre … ¡Madre! … ¡Joder, se ha desmayado!